A pesar de que en los últimos años el número de víctimas ha ido en aumento y en nuestro país ya se sitúa por encima de 10 muertes al día, el suicidio sigue siendo un tema tabú del que apenas se habla. Varios motivos pueden explicar este silencio.
Las personas afectadas por el suicidio, tanto las víctimas como sus familiares, se encuentran a menudo con el rechazo o la incomprensión del entorno que impide que puedan hablar abiertamente sobre ello y así encontrar un apoyo tan necesario en ciertos momentos. Este rechazo social conduce a que algunas personas lo oculten por vergüenza, ya que parece que el suicidio es "cosa de locos", mientras que otras elijan callar por temor a las reacciones negativas y poco empáticas de los demás, que añaden más dolor y soledad a la que ya sienten. Por ejemplo, es habitual que los familiares de una víctima reciban la sangrante pregunta "¿Y no te diste cuenta?" que contribuye a incrementar su sentimiento de culpa y dificulta su tránsito por este difícil duelo.
Por otra parte, la extendida idea de que el suicidio es contagioso ha impedido que los medios de comunicación hablen de este tema, a pesar de que no existe ningún estudio concluyente. Más bien al contrario, los expertos coinciden en la necesidad de hablar sobre suicidio para generar una amplia comprensión de este problema que ayude a prevenir nuevos casos y facilite el apoyo social y la recuperación de aquellos que han sobrevivido. En la actualidad se comienzan a tomar medidas en este sentido, ya que algunas organizaciones como el Teléfono de la Esperanza defienden la implantación de un Plan Nacional de prevención del suicidio y algunos medios de comunicación empiezan a ajustar sus protocolos de actuación a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud en materia del tratamiento mediático de las noticias relacionadas con el suicidio, por ejemplo tratando el tema de manera específica con información rigurosa y sin sensacionalismo, pero aún queda un largo camino.
Para lograr esta comprensión es imprescindible desmontar los mitos que giran en torno al suicidio, ya que distorsionan la realidad y dificultan una actuación eficaz.
Uno de los mitos más generalizados es que quien se quiere suicidar no lo cuenta o al contrario, que quien lo dice no lo hace. Esto es rotundamente falso. La mayoría de las personas pasan un tiempo pensando en el suicidio antes de cometerlo. Éste es un tiempo de duda, de ambivalencia, en el que la persona se debate entre sus impulsos autodestructivos y su deseo de vivir. La persona suele mostrar conductas (tales como despedirse de personas, hacer testamento, etc) o expresiones directas o indirectas ("no puedo más" "solo soy una carga") que dejan entrever sus intenciones. Tomar en serio estas señales y actuar adecuadamente puede salvar una vida.
Otro mito consiste en considerar que el intento suicida es una llamada de atención o una manipulación para conseguir algo. Esto es un grave error porque culpabiliza a la persona que está pensando en el suicidio tildándola de caprichosa e infantil cuando en realidad el intento suicida es un grito de auxilio que manifiesta la ausencia de otros recursos para hacerles saber a los demás lo que necesita o siente. Por supuesto, jamás se debe retar a una persona a suicidarse, ya que podemos empujar a alguien que está en la cuerda floja a tomar una decisión irrevocable.
También es habitual que el suicidio se asocie a personas que sufren algún tipo de enfermedad mental. Sin embargo, hay entre un 10 y un 20 % de casos que se producen en personas "sanas". Ciertos factores ambientales, como el estrés, circunstancias vitales difíciles o el aislamiento social unidos a factores psicológicos de la persona, como la baja autoestima o la falta de recursos personales, pueden llevar a alguien a sentirse en un callejón sin salida y plantearse el suicidio como una alternativa liberadora del sufrimiento y desesperación que siente.
Por otro lado, no es cierto que tras un intento suicida el riesgo desaparezca, más bien al contrario, éste es el momento más peligroso ya que la persona puede seguir pensando en el suicidio y tener más energía para cometerlo después de su paso por el hospital. Por eso los profesionales de la salud siempre preguntamos por los intentos anteriores para hacer una adecuada valoración del riesgo futuro. Esto no significa que una persona que haya intentado suicidarse vuelva a repetirlo siempre pero habrá que valorar la elaboración psicológica de los intentos anteriores y los factores de protección, como estrategias de afrontamiento del estrés, que neutralizan ese riesgo.
En conclusión, tenemos que perder el miedo a hablar de suicidio, porque muchas personas lo pensaran alguna vez en su vida y el hecho de poder expresarlo abiertamente y sentirse comprendidas por el entorno reducirá el riesgo de cometerlo y llenará de esperanza a alguien que lo creía todo perdido.
Rocamora A. (2013) Intervención en crisis en las conductas suicidas. Biblioteca de Psicología. Desclée de Brouwer
Olmo A. y García D. El tratamiento de las noticias sobre suicidios. Una aproximación a su reflejo en los medios de comunicación. Estudios sobre mensaje periodístico. Vol. 20 N. 2 (2014)