Relaciones de Pareja

En todas las relaciones de pareja aparecen crisis o momentos difíciles que son completamente normales, Sabemos que la convivencia es complicada y no existe una receta universal para solucionar los problemas de pareja.

Hasta hace pocos años vivíamos la relación de pareja dentro de un modelo basado en el binomio hombre/mujer como una unidad sentimental y socioeconómica que se planteaba para toda la vida. Hoy día, estamos reinventando la relación de pareja.

Ya no hay un único modelo, sino libertad para inventar el propio modelo. Como indica Joan Garriga no hay modelos, sino anhelos: todos tenemos el anhelo de amar y ser amados, de gozar de una estabilidad afectiva, de sentirnos vinculados, de pertenecer y, a ser posible, de dar vida o de servirla o cuidarla de alguna manera.  Y este anhelo lo podemos vivir desde el matrimonio tradicional hasta un living apart together (estar juntos pero cada uno es su casa).

Hoy, lo más habitual es que una persona tenga varias parejas estables a lo largo de su vida y/o que pase temporadas sin pareja estable. Todo ello conlleva tanta libertad como estrés e incertidumbre en los vínculos.
En todos estos modelos de relaciones de pareja no hay buenos y malos, culpables e inocentes. Lo que hay son buenas y malas relaciones: relaciones que nos enriquecen y relaciones que nos empobrecen.
Cuando vivimos en pareja y la realidad no se ajusta a nuestro sueño o a nuestra idea de lo que es vivir en pareja, cuando la pareja no cumple nuestras expectativas, la culpamos por ello. Si actuase de otra manera…, si me diera lo que necesito…, si no fuese tan egoísta…, si no hubiera cambiado…, si…. Pero de lo que no nos damos cuenta es que le estamos dando a nuestra pareja un poder que no tiene, volviendo a Joan Garriga, la pareja no tiene la capacidad de hacernos infelices, aunque en ocasiones parezca que sí, especialmente en momentos de dolor, pérdida, disputas, desencuentro o frustración. Nuestro camino, nuestros objetivos, nuestro destino sólo depende de nosotros.

Somos nosotros los que tenemos el poder de reorientar nuestra vida, de dar un sentido diferente a nuestras vivencias, y buscar dentro de nuestras circunstancias un camino por donde avanzar dejando de centrarnos en lo nos hace daño de nuestra pareja y lo que quisiéramos que cambiase para hacernos felices, Por el contrario, fijarnos en lo positivo y útil responsabilizándonos de nuestra propia vida sin entregar esa responsabilidad al otro nos llevará a actuar dirigiendo nuestra propia existencia hacia donde deseemos.
Si tomamos las riendas de nuestra vida y decidimos compartirla con una pareja, esto no implica que todo fluya sin conflictos ni discusiones, En las parejas no siempre hay que estar de acuerdo, ya que también las discusiones y los puntos de vista diferentes nos ayudan a crecer como personas. Las discusiones en pareja son necesarias y sanas, ya que implica aceptar, hacer concesiones, comunicar y defender la identidad de cada uno con respecto al otro.

El problema surge cuando las discusiones son constantes y se convierten en nuestra forma de relacionarnos y comunicarnos. Cuando la dificultad para llegar a acuerdos conlleva soluciones temporales que no satisfacen a ninguno de los dos y que se dejan pasar como un mal menor, pero esa insatisfacción se va acumulando a lo largo del tiempo convirtiendo la vida de pareja en una lucha de poder, que poco a poco va deteriorando el vínculo y en vez de responsabilizarnos de lo que ocurre en la pareja y comunicarnos de manera sana, aparece la mentira, lo no dicho, las faltas de respeto, los malos entendidos y se mantiene un vínculo que produce sufrimiento ya que va en contra de la propia naturaleza de sus miembros, de sus propias necesidades, de sus deseos e inclinaciones; en ocasiones por miedos a responsabilizarse de su propia vida o por querer adaptarse a un modelo “impuesto” por la familia, el entorno…

Ninguna pareja, por muy intensa, sabia y respetuosa que sea su relación, puede estar de acuerdo siempre en cada aspecto, en cada detalle y matiz de su día a día. Una pareja llega a acuerdos.
Una relación sólida y madura es la que nos permite respetar las diferencias de cada miembro de la pareja al mismo tiempo que cada uno es capaz de reconocerse responsable de su propia vida.

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